Con Sebas
Creo que era Golobart –tal vez Zúñiga- el que le cogía a Losada del cuello de la camiseta y le gritaba: “¡Ánimo Sebas, que te queda mucho fútbol en esas botas!”. Y el pobre Sebas, que acababa de fallar el quinto penalti de la tanda, miraba al suelo deseando que se abriera un agujero y aparecer en Islandia o más lejos, porque lo que menos le importaba en aquel momento eran esas botas y el fútbol en general. El pobre Sebas, además, que por aquel entonces sólo tenía 20 años, ya nunca más volvió a ser el que parecía que estaba destinado a ser y sólo brilló relativamente un año en el Real Madrid y otro en el Celta, antes de retirarse a los 27 años, supongo que con la imagen en la retina del portero Vollborn levantado los brazos de alegría. Aquel Espanyol de Lauritzen y Valverde –con Lauritzen en la grada y Valverde en el banco por capricho de Clemente- dilapidó un 3-0 de la ida en Sarriá y el Bayer Leverkusen le pasó por encima en la segunda parte del encuentro de vuelta, en una de esas noches que parecen muy controladas hasta que alguien se tropieza un poco, sin querer, y al final caen todas las piezas del dominó sin que nadie se explique por qué. También el Bayer Leverkusen había parecido muy inferior en el partido de ida de aquel 1988. Pero sólo lo había parecido, porque no olvidemos que son alemanes, hijos todos de Briegel y de Hrubesch. A los alemanes, creo, antes de firmar el parte de defunción el médico les toma el pulso 10 veces. A algunos, los más duros, incluso les pasan por delante de la nariz una frankfurt untada en mostaza. Es por eso que a pesar de que la semana pasada llegáramos a la cumbre, habrá que pensar que aún nos queda lo más difícil, la bajada, en la que un simple tropiezo sin querer te manda muy abajo, hasta Islandia o más lejos, con Sebas.
Creo que era Golobart –tal vez Zúñiga- el que le cogía a Losada del cuello de la camiseta y le gritaba: “¡Ánimo Sebas, que te queda mucho fútbol en esas botas!”. Y el pobre Sebas, que acababa de fallar el quinto penalti de la tanda, miraba al suelo deseando que se abriera un agujero y aparecer en Islandia o más lejos, porque lo que menos le importaba en aquel momento eran esas botas y el fútbol en general. El pobre Sebas, además, que por aquel entonces sólo tenía 20 años, ya nunca más volvió a ser el que parecía que estaba destinado a ser y sólo brilló relativamente un año en el Real Madrid y otro en el Celta, antes de retirarse a los 27 años, supongo que con la imagen en la retina del portero Vollborn levantado los brazos de alegría. Aquel Espanyol de Lauritzen y Valverde –con Lauritzen en la grada y Valverde en el banco por capricho de Clemente- dilapidó un 3-0 de la ida en Sarriá y el Bayer Leverkusen le pasó por encima en la segunda parte del encuentro de vuelta, en una de esas noches que parecen muy controladas hasta que alguien se tropieza un poco, sin querer, y al final caen todas las piezas del dominó sin que nadie se explique por qué. También el Bayer Leverkusen había parecido muy inferior en el partido de ida de aquel 1988. Pero sólo lo había parecido, porque no olvidemos que son alemanes, hijos todos de Briegel y de Hrubesch. A los alemanes, creo, antes de firmar el parte de defunción el médico les toma el pulso 10 veces. A algunos, los más duros, incluso les pasan por delante de la nariz una frankfurt untada en mostaza. Es por eso que a pesar de que la semana pasada llegáramos a la cumbre, habrá que pensar que aún nos queda lo más difícil, la bajada, en la que un simple tropiezo sin querer te manda muy abajo, hasta Islandia o más lejos, con Sebas.
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