31 enero 2008

Sustos

Lamento que este sábado pasado le mataran al perro, pero más hubiera lamentado que cualquiera sufriera un accidente por evitarlo en mitad de la carretera. Otra cosa es que los forales que lo acribillaron a balazos –cinco, vaya puntería, tres de ellos en las patas y dos en la cabeza- dijeran luego que ya había sufrido un atropello y que lo mataron para que no sufriera y porque estaba muy agresivo y era un peligro para la circulación y ahora la autopsia ha dictaminado que el perro estaba sano como una lechuga. Vamos, que, de atropello, nada. Bueno, supongo que el dueño del perro seguirá adelante con la denuncia y a ver qué sale, aunque a él le hayan metido 800 euros por dejarlo suelto. Pero, siendo esto triste, lo preocupante es que el dueño declaró que, una vez terminada la jornada de caza, los perros bajaban solos del monte a la carretera porque ahí estaban los carros en los que los transportaban. No se le escapó, qué va. Pasé este domingo camino a Belagua y, de pronto, nos encontramos un perro de caza en mitad de una curva. Ni se inmutó. Tuvimos que frenar totalmente, poner las luces de posición y adelantarlo como tortugas por la izquierda mientras miramos con temor que los dos coches que venían detrás no se alcanzasen entre ellos. Cuando regresamos de vuelta hacia Isaba no había ni rastro del perro. Y es que algunos tienen bastante poco respeto por los demás, campan a sus anchas por los pueblos propios o ajenos y lo mismo te dejan suelto un toro en el monte que no atan al perro y le permiten que se acerque él solo a la camioneta, que para eso es muy listo y se conoce el camino. Que luego viene un coche y se estampa, problema suyo es, que se hubiera quedado en casa. En algunos sitios se estila mucho lo de yo soy de aquí y luego vienen los sustos.