07 febrero 2008

Siesta

Cuando puede, mi rival echa una siesta corta. Hasta el domingo le venía muy bien el arrullo del sonido del documental de La 2, mientras un león trocea a un antílope o un león marino se jala a un pobre pingüino. Desde el domingo no le hace falta y me pide que le lea la entrevista que ese día ofreció Fernando Puras en este periódico. El lunes aguantó hasta la respuesta 11, en la que dice no hice comentarios a ese respecto en su día y no los voy a hacer ahora. Se quedó frita. Es que tengo una voz muy cadenciosa, entre Leonard Cohen y Gracita Morales. El martes llegó hasta la quinta, que es Puras en estado puro: ni lo barajo ni lo descarto. Antes de dormirse aún fue capaz de exhalar un gracias Fernando. Ayer ni siquiera empecé. Fue leerle el titular y ya estaba roncando. La culpa no es del entrevistador, que seguro que se dejó la piel, pero leerse la entrevista entera –no recuerdo; prefiero no opinar; es una incidencia puntual sobre la que no voy a pronunciarme; etc, etc- nos recuerda que hay gente que no cambia. Le haces una entrevista a una pared y te da más juego. Este de presidente hubiese sido la descojonación: “presidente, ¿qué le pareció el arbitraje de Iturralde?” Es una jugada que lo mismo se puede pitar penalti que no. “Presidente, ¿qué tal está?” Bien mal tirando. “Presidente, ¿es cierto que ha subido el paro?” Ni lo confirmo ni lo desmiento. A mi eso de que no hay que fiarse de los que no duden me puede parecer en algún momento hasta acertado, pero hasta este extremo había visto a poca gente, tan poca que no sé como no se llama Fernando Dudas. Hablando de dudas, ahora me entra una a mi: este buen hombre –eso ni dudo que lo es- ¿votará a Zapatero o en blanco?, ¿usted votaría al que no confío en usted para ser presidente? Ahí les dejo, con la duda.