Cuatro patas
Recuperemos, por su futuro valor contable, un suceso de la semana pasada que se quedó en el sumidero por exceso de realidad, que es lo que tienen algunas semanas. El suceso no es otro que estas declaraciones de Ángel J. Gómez Montoro, que no es un torero sino el rector de la Universidad de Navarra, ya saben, ese lugar al que perfectamente se le podría llamar El taxímetro, tal es su habilidad para cobrarte hasta el aire nada más pones un pie en el campus. Recuperemos sus palabras al comentar la cesión de la colección de la señora Huarte: “estoy convencido de que encontraremos vías para que las distintas administraciones colaboren en un proyecto que contribuirá, sin duda, al progreso de nuestra comunidad. Porque la evidencia demuestra que las antiguas diferencias entre sector público y sector privado tienen muchas veces un alcance relativo pues, ante todo, debemos sentirnos responsables de la sociedad en que vivimos”. Sí, eso que huelen es, efectivamente, azufre, sí. Sí, eso que han leído es lo que dijo, lo que vino a decir y lo que quiere decir: que para que Moneo, nuestro otro procér del ladrillo caravista y carolisto, envuelva con su arte el arte de la Huarte habrá que poner entre todos unos dineros, no sea que a ellos por sí solos, los del taxímetro, no les alcance, toda vez que las matrículas de las distintas carreras que imparten están a precio de 2x1, o menos. Al poco de pronunciar estas palabras, se tomó una imagen –para la prosperidad- en la que el renacido señor Barragán -¡dame algo!- reía y sonreía acompañado de Sanz, Barcina, Corpas, Miranda y Elena Torres, que actuaron de palmarios palmeros y ante tales palabras no sólo no se aprestaron a negar gasto público alguno en este hecho privado sino que callaron como ... como eso. Yo ya estoy a cuatro patas.
Recuperemos, por su futuro valor contable, un suceso de la semana pasada que se quedó en el sumidero por exceso de realidad, que es lo que tienen algunas semanas. El suceso no es otro que estas declaraciones de Ángel J. Gómez Montoro, que no es un torero sino el rector de la Universidad de Navarra, ya saben, ese lugar al que perfectamente se le podría llamar El taxímetro, tal es su habilidad para cobrarte hasta el aire nada más pones un pie en el campus. Recuperemos sus palabras al comentar la cesión de la colección de la señora Huarte: “estoy convencido de que encontraremos vías para que las distintas administraciones colaboren en un proyecto que contribuirá, sin duda, al progreso de nuestra comunidad. Porque la evidencia demuestra que las antiguas diferencias entre sector público y sector privado tienen muchas veces un alcance relativo pues, ante todo, debemos sentirnos responsables de la sociedad en que vivimos”. Sí, eso que huelen es, efectivamente, azufre, sí. Sí, eso que han leído es lo que dijo, lo que vino a decir y lo que quiere decir: que para que Moneo, nuestro otro procér del ladrillo caravista y carolisto, envuelva con su arte el arte de la Huarte habrá que poner entre todos unos dineros, no sea que a ellos por sí solos, los del taxímetro, no les alcance, toda vez que las matrículas de las distintas carreras que imparten están a precio de 2x1, o menos. Al poco de pronunciar estas palabras, se tomó una imagen –para la prosperidad- en la que el renacido señor Barragán -¡dame algo!- reía y sonreía acompañado de Sanz, Barcina, Corpas, Miranda y Elena Torres, que actuaron de palmarios palmeros y ante tales palabras no sólo no se aprestaron a negar gasto público alguno en este hecho privado sino que callaron como ... como eso. Yo ya estoy a cuatro patas.
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