04 abril 2008

Pillines

El viernes 11 se estrena 21: Black Jack, la historia real de un profesor y varios de sus alumnos que, gracias a complicados cálculos y a contar cartas, se levantaron varios millones de dólares en Las Vegas, algo similar a lo que durante años hizo la familia García Pelayo en la ruleta y otros juegos, hasta que los casinos les prohibieron la entrada. Es curioso lo que hace la observación, ¿verdad? Bien. Ahora es usted camarero de un bar de Pamplona o de donde sea, pero me ciño a Pamplona porque es donde lo he visto -al menos en tres ocasiones en la última semana y en distintos establecimientos-. Digo que usted es camarero y su bar tiene una máquina tragaperras y de repente entra un asiático. Correcto, entra el asiático –tal vez chino- y o bien le pide a usted que le cambie varios billetes en monedas o él ya viene con una mariconera –qué bonita palabra- en la que lleva los cambios. No lo dude, sacará el premio gordo, que creo que está en 240 euros. Ignoro cuánto habrá gastado en el largo rato que pasa jugando a la máquina –no sé de máquinas, pero sí que se llama Vikingos-, pero calculo que, al menos, doblará la ganancia. Pongamos que saca 120 euros limpios por alrededor de una hora o así de trabajo. No está mal. Hasta la semana pasada no había visto a un asiático jugando a máquinas tragaperras en Pamplona –en realidad tampoco los había visto dentro de un bar-, pero en menos de siete días he observado a tres. Como ya digo que no sé de máquinas supongo que están en su perfecto derecho de jugar y ganar si han encontrado un sistema -que comparten entre varios- que se lo permite, no repitiendo nunca en el mismo lugar y rotando. Intuyo que hasta tienen observadores que les avisan de en qué bares está el modelo de máquina en cuestión. Me encanta la gente con talento.