Pillines
El viernes 11 se estrena 21: Black Jack, la historia real de un profesor y varios de sus alumnos que, gracias a complicados cálculos y a contar cartas, se levantaron varios millones de dólares en Las Vegas, algo similar a lo que durante años hizo la familia García Pelayo en la ruleta y otros juegos, hasta que los casinos les prohibieron la entrada. Es curioso lo que hace la observación, ¿verdad? Bien. Ahora es usted camarero de un bar de Pamplona o de donde sea, pero me ciño a Pamplona porque es donde lo he visto -al menos en tres ocasiones en la última semana y en distintos establecimientos-. Digo que usted es camarero y su bar tiene una máquina tragaperras y de repente entra un asiático. Correcto, entra el asiático –tal vez chino- y o bien le pide a usted que le cambie varios billetes en monedas o él ya viene con una mariconera –qué bonita palabra- en la que lleva los cambios. No lo dude, sacará el premio gordo, que creo que está en 240 euros. Ignoro cuánto habrá gastado en el largo rato que pasa jugando a la máquina –no sé de máquinas, pero sí que se llama Vikingos-, pero calculo que, al menos, doblará la ganancia. Pongamos que saca 120 euros limpios por alrededor de una hora o así de trabajo. No está mal. Hasta la semana pasada no había visto a un asiático jugando a máquinas tragaperras en Pamplona –en realidad tampoco los había visto dentro de un bar-, pero en menos de siete días he observado a tres. Como ya digo que no sé de máquinas supongo que están en su perfecto derecho de jugar y ganar si han encontrado un sistema -que comparten entre varios- que se lo permite, no repitiendo nunca en el mismo lugar y rotando. Intuyo que hasta tienen observadores que les avisan de en qué bares está el modelo de máquina en cuestión. Me encanta la gente con talento.
El viernes 11 se estrena 21: Black Jack, la historia real de un profesor y varios de sus alumnos que, gracias a complicados cálculos y a contar cartas, se levantaron varios millones de dólares en Las Vegas, algo similar a lo que durante años hizo la familia García Pelayo en la ruleta y otros juegos, hasta que los casinos les prohibieron la entrada. Es curioso lo que hace la observación, ¿verdad? Bien. Ahora es usted camarero de un bar de Pamplona o de donde sea, pero me ciño a Pamplona porque es donde lo he visto -al menos en tres ocasiones en la última semana y en distintos establecimientos-. Digo que usted es camarero y su bar tiene una máquina tragaperras y de repente entra un asiático. Correcto, entra el asiático –tal vez chino- y o bien le pide a usted que le cambie varios billetes en monedas o él ya viene con una mariconera –qué bonita palabra- en la que lleva los cambios. No lo dude, sacará el premio gordo, que creo que está en 240 euros. Ignoro cuánto habrá gastado en el largo rato que pasa jugando a la máquina –no sé de máquinas, pero sí que se llama Vikingos-, pero calculo que, al menos, doblará la ganancia. Pongamos que saca 120 euros limpios por alrededor de una hora o así de trabajo. No está mal. Hasta la semana pasada no había visto a un asiático jugando a máquinas tragaperras en Pamplona –en realidad tampoco los había visto dentro de un bar-, pero en menos de siete días he observado a tres. Como ya digo que no sé de máquinas supongo que están en su perfecto derecho de jugar y ganar si han encontrado un sistema -que comparten entre varios- que se lo permite, no repitiendo nunca en el mismo lugar y rotando. Intuyo que hasta tienen observadores que les avisan de en qué bares está el modelo de máquina en cuestión. Me encanta la gente con talento.
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