Sentimental
Ya que ayer hablamos del Himalaya, les contaré un secreto. Mantengo desde hace años una relación sentimental con una señora casada –para distinguir relación sentimental de relación táctil acudir al videoclub Potemkin y alquilar el magnífico documental La silla de Fernando-. El marido de la señora está, por supuesto, al corriente de nuestros devaneos sentimentales, al igual que mi rival. La relación se intensifica cada vez que su hijo, que resulta que es amigo mío, se va al Himalaya a subir montes. Ahora estamos en pleno apogeo, hoy concretamente entre el campo 2 y el campo 3 de uno de esos montes de más de 8.000 metros. Si todo va bien, el sábado puede que haga cima, aunque ahora mismo sea lo de menos. Huelga decir que esta señora y su esposo no lo pasan bien del todo cuando su criatura trepa por esos sitios donde cualquier error o imprevisto no es buena cosa, pero le quieren como es y los demás hacemos lo mismo. El problema ahora es que, al contrario que en los últimos años, su teléfono satélite que se oye como si estuviera en la calle Zapatería quizá no funcione, con lo cual puede que pasemos –y sobre todo su familia- varios días sin saber nada de él, algo que, por otra parte, ha sucedido en toda la historia del himalayismo, lo de no saber nada. Pero claro, uno se acostumbra a lo bueno y lo bueno en este caso es poder saber que tu hijo ya está bajando, con o sin cumbre, o que ya ha llegado al base sin para ello tener que esperar una semana. Esta nueva situación tendremos que agradecérsela al gobierno chino, que está saturando el satélite que hace de repetidor para todos los escaladores para así limitar y controlar las imágenes y noticias sobre el paso de la antorcha por el Everest. Lástima que los hijos de Samaranch no hagan himalayismo, cosas distintas diría.
Ya que ayer hablamos del Himalaya, les contaré un secreto. Mantengo desde hace años una relación sentimental con una señora casada –para distinguir relación sentimental de relación táctil acudir al videoclub Potemkin y alquilar el magnífico documental La silla de Fernando-. El marido de la señora está, por supuesto, al corriente de nuestros devaneos sentimentales, al igual que mi rival. La relación se intensifica cada vez que su hijo, que resulta que es amigo mío, se va al Himalaya a subir montes. Ahora estamos en pleno apogeo, hoy concretamente entre el campo 2 y el campo 3 de uno de esos montes de más de 8.000 metros. Si todo va bien, el sábado puede que haga cima, aunque ahora mismo sea lo de menos. Huelga decir que esta señora y su esposo no lo pasan bien del todo cuando su criatura trepa por esos sitios donde cualquier error o imprevisto no es buena cosa, pero le quieren como es y los demás hacemos lo mismo. El problema ahora es que, al contrario que en los últimos años, su teléfono satélite que se oye como si estuviera en la calle Zapatería quizá no funcione, con lo cual puede que pasemos –y sobre todo su familia- varios días sin saber nada de él, algo que, por otra parte, ha sucedido en toda la historia del himalayismo, lo de no saber nada. Pero claro, uno se acostumbra a lo bueno y lo bueno en este caso es poder saber que tu hijo ya está bajando, con o sin cumbre, o que ya ha llegado al base sin para ello tener que esperar una semana. Esta nueva situación tendremos que agradecérsela al gobierno chino, que está saturando el satélite que hace de repetidor para todos los escaladores para así limitar y controlar las imágenes y noticias sobre el paso de la antorcha por el Everest. Lástima que los hijos de Samaranch no hagan himalayismo, cosas distintas diría.
1 Comments:
De parte de las "acorazadas": agradecidas que nos mentes!! Un detalle por tu parte.
Saludos y a seguir metiendo caña a todo el que se lo merezca, y es que hay cada "txentxo"...
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