Anestesia

Todos sabemos que los políticos, como los dentistas, son tan necesarios como insufribles, porque además de joderte hablan. Pero hay que convivir con ellos. De la misma manera que el esmalte es un bien escaso y a proteger, también son escasas la honestidad y el sentido común y de ahí que se encargue a unos cuantos que pongan un poco de orden para que siga habiendo honestidad y sentido común, bienes muy preciados. El problema es que en el caso de los políticos hemos puesto a cuidar de nuestro esmalte a fabricantes de gominolas. Y nos duelen los dientes. También sabemos que, por definición –al menos de medio siglo a esta parte-, un político es un farsante que de vez en cuando dice alguna verdad. El asunto es que ya no sabemos distinguir cuándo dice la verdad, cuando la carie existía realmente o ha sido provocada. Miren si no a Roberto Cara de Piedra Jiménez, también conocido como el Señor Cangrejo. Porque cuesta creer que todo el proceso de firma-no firma del TAV no sea una estrategia de quítate, ponte, ahora diseñada para que dicha firma le caiga al PSN en el que PSN y PSOE crean que es el mejor momento para Jiménez y los suyos. Vamos, creer lo contrario es de bobos, con perdón. Y, como pésimo político que es -hoy esto, mañana lo otro, venir, no vengáis, cambio pero no cambio-, ante dicho acontecimiento, ¿cómo reacciona el cangrejo? Enseñándonos sus pinzas, sacando pechito, mirar qué larga la tengo y qué dineritos nos trae mi primo gallego. Y no sólo eso, si no que, además, en una nueva demostración de que hay genomas que hay que secuenciar si o si, salta: los socialistas no estamos para fotos. Él, que lleva tres años como un vulgar cazaautógrafos y que tendrá el cuarto lleno de pósters de las firmas que hace con Sanz. Los dentistas al menos te anestesian.