Los Reyes

Les pedí hace un par de semanas a los Reyes Magos una máquina que me hiciera las columnas los días que tengo o catarro o hernia de hiato o dolor de cabeza o pereza o pura espesura o ausencia de estímulos exteriores o pánico a la repetición excesiva y los Reyes Magos me han contestado lo siguiente: estimado amiguito; no crea que en parte no le comprendemos, pero háganos el favor de madurar y piense por un solo instante en su vida y por una sola vez en su vida que si el Niño Jesús le ha puesto a usted a escribir columnitas es precisamente por su demostrada incapacidad para realizar otros oficios o menesteres de mayor utilidad, así que tenga a bien concentrarse al menos una hora al día –no es mucho pedir, creemos- y cumplir con sus obligaciones, así le duelan a usted los güevos –sic- de tanto estar sentao. La máquina que usted nos solicita, por otra parte, está agotada, ya que hace meses que nos las pidieron sus colegas de oficio que escriben siete días a la semana, cuatro semanas y media al mes y 11 meses al año. Ellos y ellas sí que la necesitan, lo de usted es puro vicio y estricta vagancia, con lo cual comprenderá que aunque la tuviéramos en stock no se la enviaríamos, porque el Niño Jesús sólo premia a los que se esfuerzan. Haga el favor de aplicarse y deje de tocarnos las pelotas. Les respondí lo siguiente: estimados Reyes Magos; comprendo su postura y su irritación, fruto quizá del stress laboral de estos días, pero permítanme que les indique que espero que los camellos les sodomicen brutalmente y cuelguen sus tripas del palo mayor. Su réplica fue ésta: amigo pesao; somos tus padres. Déjate de hostias, haz la columna de mañana y baja el rosco que si no no entras en esta casa. ¡Y aféitate, puto vago! Hay que ver con la edad que tienen lo mal que hablan.