11 febrero 2012

Napalm


¿Les he contado que tengo cuenta en Twitter? Oye, de momento, no cobran comisión. Y como soy muy de prontos, lo mismo no abro el pico en semanas que me lanzo y no paro de teclear. Ahora estoy en fase beta, que creo que es que no me apetece. La gama debe de ser que te apetece. Es algo así como lo del Yin y el Yan que me explica un amigo y no me entero de nada pero qué gorda se me pone la cabeza. Pero lo miro de vez en cuando, el Twitter. Y me muero de risa. Cuando lo abres, ahí a la izquierda te aparece una fila gigantesca con todos los mensajes que deja la gente a la que sigues, que en mi caso es mogollón, porque soy muy de seguir, lo que sea, pero seguir. Y, por supuesto, haber hay de todo. Los que más me gustan son los que hablan de nuevas tecnologías y el tema este que no sé muy bien qué es pero que me pone del emprendimiento y el community manager y los mensajes positivos y el háztelo tú mismo –esto no dicho así, claro, lo mismo es en inglés- y todo eso. Yo, de la propia risa, pues entro en Pernando, que dice mi rival. Mi rival es que para decir que entra en barrena, pues le cambia la cosa, por variar. Yo, por joder, digo entro en Fernando, que intención no tengo, claro, que soy muy de hacérmelo yo mismo, como los emprendedores del Twitter. A mi me caen todos genial, ojo, básicamente porque no conozco ni a seis. Y viceversa, claro. Está muy bien, realmente. Y virtualmente. Te saludas con gente que por la calle te cambias de barrio si la ves. Supongo que será cosa de la timidez del Norte. Hay uno que plagia cada día aquello de ‘me encanta el olor del napalm por la mañana’. Lo adapta a su despertar. Y qué vas a hacer. Esto se lo expliqué ayer a mi abuela. Y se le puso el pelo como una escarola. De la reforma laboral no le dije nada. Porque todo tiene un límite.