Magia
No sé si ustedes habrán leído Raro.
Yo la leí hace mucho. Es de Benjamín Prado. Me gustó, bastante. Tenía unas
cuantas frases espléndidas, de esas que si no fuese yo tan vago las subrayas y
te las guardas. Pero las frases eran tan buenas que el libro palidecía en
comparación. Pasa a veces, con todo, que algo, de puro brillante –nadie sabe
qué es lo brillante, ahí está la gracia-, impide disfrutar del conjunto. Me
pasó ayer. Estaba comiendo, la comida que me había hecho, masticando -tal y
como me han aconsejado-, con el volumen de las noticias del informativo local
quitado –tal y como me he aconsejado yo- cuando salió el Señor Cangrejo
y fue ver esa mirada que pone de estar declamando Los Diez Mandamientos que
pequé. Oí enteros los creo que fueron cuatro cortes de voz e imagen que la
televisión le tenía preparados, al efecto que buscaba. Dijo cosas sobre
funcionarios y eso. Seguro que el libro, su libro, era bueno. Al menos, lo
tenía todo muy bien preparado, como esos novelistas o escritoras que hacen una
frase y la miran y la remiran y leen todo 1.000 veces y tachan y cambian y así,
que está muy bien, faltaría. Seguro que el conjunto fue del agrado de quien
tuviera que serlo. Pero no del mío. Porque una frase me hizo vibrar. Sentí en
mi interior todo lo que hay que sentir cuando unas letras unidas a otras en un
orden concreto y solo en ese y dichas con un tono y no otro entran en mí y ya
no salen, jamás, como no sale nadie, nunca, del Estrecho del Bósforo. Dijo: no
voy a contribuir a que Navarra vuelva a ser la comunidad en la que más crece el
paro. Esto no te lo escribe Tagore. Ni Pessoa. Ni Lobo Antunes. Esto es un
chispazo, un estallido de magia, que navegará los siglos hasta que el sol se
congele y la Luna
corra a abrazarle. Ya nada es raro. Qué huevos, qué volumen.
3 Comments:
¿Sabes que entrevisté hace unos años al traductor de Lobo Antunes?
Se llamaba Mario Merlino y era el que pasaba al español aquellas páginas deliciosas con las que cerraba el Babelia. El resto del suplemento no podía leerlo porque no me daba el cerebro, pero aquellas contras me proporcionaron mañanas de sábado con luz. Era cuando todavía no había sido abarcinada del todo la ciudad y una pensaba que podía ser posible.
Mario Merlino murió muy joven, de repente y sin avisar. Ciudad de Dios también la tradujo él.
Eso es magia. Y tus últimas frases.
Lo otro es insoportable. Sólo hay que hacerle un hueco para recodarle que no nos engaña, aunque lo parezca.
Coño, gracias por la historia de Merlino y las contras de Antunes, trataré de buscarlas. Magia es que no haya ardido nada aún, jajaja.
Un abrazo.
Como siga hablando el pavo este de juntar ayntamientos, concejos y demás en una especia de Gotham foral, saco el lanzallamas. Tengo 24000 litros de gasoil prestos.
Salud
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