Cruzaremos

Cuando tenía 10 años mi padre mintió. Fue a Zariquiegui, me apuntó a una carrera y les dijo que yo tenía 15 años. Si no mentía no me dejaban correr. Si no me apuntaba corría el riesgo de que yo le diese fuego al salón. Había que mentir y correr. La carrera era la 2ª edición de lo que ahora es la Media Maratón de Pamplona. Solo se corrían 15 kilómetros y medio. Corrí, la meta estaba en la avenida del Ejército, tardé 73 minutos, supongo que habría sudao y a la tarde no sé qué hicimos. Lo mismo le di fuego al salón. Ha pasado mucho tiempo y desde hace casi ese mismo mucho tiempo fumo como un carretero, pero hace unas semanas pasé por mi antigua casa, la casa de mis padres, corriendo. Había salido a correr cinco días, el día que más fueron 10 kilómetros. Era la vez que más corría desde hacía 24 años. Me resulta imposible explicarles, ni explicarme, qué sentí al pasar por mi antigua casa en la segunda vuelta de la Media, con Yorchi a mi lado, como siempre desde hace tantísimos años, casi desde que nacimos. Iba más lento que cuando tenía 10 años, pero me importaba una mierda. ¿Qué más da el tiempo, verdad, papá? Tampoco me importaba si llegaba o no. No me importaba nada. Pero cuando pasé por allá en el kilómetro 17 o algo así supe que corría para llevarle de sorpresa el dorsal 812 a mi padre, porque no bajarán de 812.000 las veces que me ha dicho con todo el cariño que a ver si hago algo de deporte, como cuando era niño. Soy un niño, papá. Un niño que fuma paquete y medio, jaja, pero un niño. Te tengo que llevar el dorsal. Siempre soñé con cruzar el túnel de un maratón olímpico. Nunca lo haré. Pero también me importa una mierda. Me basta con saber, padres, que cruzaremos todos juntos estos dos túneles enanos y que en nada nos vamos al río de la vida. Hasta septiembre. Salud.