Los muchos
En el patio-parque de mi cuñada Minipimer juegan mucho mis sobrinos Adur
y Amets. Están pa comérselos. En el
barrio hay una familia –una pareja- que a lo que se ve cree que hay poca gente
en el mundo y van por el sexto o séptimo hijo. Algo así. Enhorabuena. Amets,
que es el sheriff de la zona porque ya tiene tres años y a Bob Esponja le llama
Boboja y como tiene una tía que vive
en Puente La Reina
y decir eso le parece perder el tiempo o muy difícil dice que su tía vive en Puente-Puente, juega mucho con ellos y
ayer le pregunté con quién había estado y, con esa sonrisa genial, me soltó: con ‘Los muchos’. Y luego se fue con sus
patas cortas y bamboleantes a unos asuntos que tenía a medias con Nathan, al
que media hora antes le había atizao
con un dinosaurio en toda la cabeza. El ingenio humano es fantástico. Esa
familia ya para siempre se llama y se llamará en el barrio Los muchos. Así debiera llamarse UPN: los muchos. Es que son muchos. Tal vez el que no sea de UPN no
pueda verlo en toda su extensión, de la misma manera que a mi no me cabe en la
cabeza que haya personas del Real Madrid o que tengan discos de Miguel Bosé, pero
son un montón. No los suficientes – y bastantes menos que la suma de todos los
demás-, pero si los sacas a todos de golpe te copan el parque. Para años y años
y años y años y años. Y se reproducen. Y si hay una crisis de gobierno, sobran.
Y si se crean nuevos puestos, ahí están. Hay cantera para siglos. Les da igual
si mejor o peor, el caso es que la red tejida desde hace décadas no se rompe ni
cuando más azota el huracán y además, curiosamente, muchos miles de personas
ven como suya esa red y le dan su apoyo. Los
muchos de Adur y Amets son encantadores. Estos otros son -aunque no lo
quieran- corresponsables de lo que pasa, nos pasa y les pasa.
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