Café

Mi madre tiene una especie de bolsa pequeña de piel o de escai o cartera de mano marrón en la que se puede leer escrito ¿Hay vida antes del café? Y de la esquina de la cremallera cuelga una magdalena de mentira. La respuesta es no. El Maestro tiene una canción mágica con un verso que dice Detrás de cada cosa hermosa hay algún tipo de dolor. Si es hermosa hermosa de verdad, es cierto. Y a veces ocurre que detrás de algún dolor también hay alguna cosa hermosa, aunque no siempre, para ser honestos. Pero esta vez sí: ¡Hay dos cafeterías en Pamplona que abren a las 5 de la mañana! Esto a ustedes les puede parecer un trámite, quizá algo superficial, una estupidez, pero es que no hay vida antes del café. Yo tenía localizado un sitio que abría a las 6, pero por temas que no vienen al caso últimamente duermo menos que Pocholo y al ser de tensión baja necesito luna y café rápido. En concreto, café, periódicos y nicotina. Y lo he descubierto. Es fantástico, casi tanto como cruzar a esa hora las avenidas desiertas de tu ciudad en bici, sabiendo que te espera un pequeño premio, en el que además huele a pan recién hecho, y va a hacer buen día y mañana va a ser mejor aún aunque casi no puedas mover el plato mediano y en tus cascos suenan los primeros versos de Soon after midnight (Estoy buscando frases para cantar tus alabanzas, tengo que decirle a alguien. Es poco después de medianoche, y mi día acaba de empezar) y das cabezazos al ritmo del bajo de Tony Garnier y te cruzas con unos munipas que te miran flipaos. Una hora puede ser mucho tiempo, puede ser infinita. Así que doy las gracias a esos dos sitios valientes, que me permiten ver ya saciado cómo se levanta por el aire el avión de las seis y media y se aleja de esta ciudad tan pequeña, bonita e igual a las demás en cuanto amanece.