Tempestad
Estoy escuchando Tempest, Tempestad,
la canción de El Maestro, que sale a la venta en el mundo entero y
alrededores el 11 de septiembre. Tempest, la canción, forma parte de Tempest,
el disco, y dura 13 minutos y 54 segundos. La canción, el disco dura más. Como
sucede con muchas canciones objetivamente largas de Dylan, Tempest se
hace corta y quisieras que siguiera y siguiera y siguiera y quedarte ahí,
mirando la nada sin entender nada ni pretenderlo. Narra el hundimiento del
Titanic, pero es lo de menos, porque podría narrar el legado político que
dejará Barcina y continuaría siendo genial, aunque durase 10 segundos. Dice
Dylan –lo decía cuando era un mocoso que escribió las letras que cambiaron la
forma de escribir canciones- que “todos tenemos un talento y no seré yo quien
diga que el mío es más importante que el de nadie, tal vez solo he tenido la
suerte de encontrarlo”. Barcina tiene mucho talento, mucho. Aquellos que lo
minusvaloren la llevan clara, porque sin haber aportado nada de valor real ni
al Medio Ambiente cuando fue consejera ni a Pamplona cuando fue alcaldesa ni
ahora muchísimo menos con este gobierno de destrucción- masIVA- que encabeza,
ahí está, aferrada a la tabla de madera del poder, a las astillas –algunas
desagradables, cierto, pero las usa- cada vez más pequeñas que utiliza y que
tan bien le vienen –tartazo, ETA, Riau-Riau, UPNA ayer: ¿fue a quejarse de que
no le habían abonado a final de 2011 la parte de extra que le correspondía por
sus 19 días de curro infame el año pasado- y a todo lo que le permita
seguir expresando su talento: no hacer nada, pero caer bien a quien le tiene
que caer bien. No sabemos si habrá o no
Tempestad, pero el Titanic se hundió y la tabla también, porque todo
tiene un final. Excepto el talento de Bob Dylan.
1 Comments:
Si, se acabará, el tema es si las ratas saltarán del barco cuando ya no haya salvación y si se llevarán los botes :(
Saludicos
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