CR 4,99

Lo de la ciencia está bien, entretiene a los científicos y así por el estilo, pero es lentísima. Por ejemplo, tendría que existir un dispositivo –de venta en farmacias y ultramarinos- que sin más te lo metes en el bolsillo. En cuanto por tu mente pasase este nombre –Cristiano Ronaldo-, ¡zas!, descarga en las pelotas. Si ya vas en pelotas, porque te ha dao por ser nudista, te lo alojas en el culo y a vivir, aunque sea a saltos. Ese mismo dispositivo, en su nivel 2, te paraliza una hora la médula espinal si osas bien escribir su nombre o bien verbalizarlo en voz alta, ya sea hablando contigo mismo en un despiste o, siendo muy cruel, con otra persona, en cuyo caso, además de la mencionada parálisis, el receptor de semejante bazofia verbal dispondría de una autorización judicial e incluso papal por la cual le sería permitido reventarte la cabeza a rodillazos o –eso ya a su elección- cantarte entero el último disco de Bosé. Esto es de justicia, digo yo. El tercer y último nivel es formar parte activa -e incluso obtener con ello ganancia económica de la clase que sea- de la banda de periodistas deportivos o no que llenan horas y horas y páginas y páginas con la tristeza del escombro intelectual este. A la hora de redactar estas líneas –con parálisis de una hora incluida por escribirlo y conociendo de memoria los temas de Bosé porque mi rival me ha preguntado de qué escribía y la he cagao- se desconoce qué van a decidir como castigo los expertos: los espíritus de Rudolf Hess y Mengele, Pol Pot, Idi Amín y el dueño de una cafetería a la que voy que tiene puesta las 24 horas la MTV Latina. Este dispositivo lo inventas, le programas el nombre que quieras y a 4,99 unidad te forras y le das tus beneficios a CR –chico listo soy- pa que no esté triste. O a Bosé, pa que no cante.