Tus ojos

Tus ojos, la mañana de un domingo, perdidos, muy lejos, fundidos. Dos semanas sin beber agua. María. María. María. La noche más calurosa en 50 años. Tu hijo el aventurero en la distancia. El Primperan, la Buscapina, el Omeprazol... 27 días sin comer. El dolor. La inmovilidad. Las náuseas. Tu sonrisa inexplicable. La sábana que se arruga. La pobre vecina de habitación que grita de noche. El insomnio, el agotamiento, más allá de lo expresable. Vamos a darle la vuelta a la almohada. Dar un paso y no poder. Poder. Los masajes en las piernas, los besos en los pies. La máquina que hace pufff. La que hace shshshsh. La voz de tu marido, tan rota, tan emocionada. Ángeles vestidos de enfermeras, de auxiliares, de médicas, sorteando el caos para darte lo mejor de sí mismos. Su cariño, contigo, con todos los pacientes. Gonza, Mery, Jóse, Isa, Ercila, Miguel, Marisol, Guillermo, Pili, Ana Mari, Alicia, Rosa, Angelina, tus amigas, las nuestras, los nuestros. La abugrande. Todos. Nuestra pequeña trampa hace tantas noches. La doctora Miranda. Su serenidad. La Vuelta Ciclista a España. Entera. ¿Recuerdas? La 309D. Marisol y Javier: suerte. Tu sonrisa inexplicable. La certeza de que puedes. El asombro de que no te quejes, ni te lamentes, ni nada. La 317N y su puerta verde. Las semanas eternas, los días inacabables, las horas infinitas, los minutos como años, los segundos que tardas en pensar en todo el Universo. Tu resistencia. Las sondas. Los sueros. La boca seca. Comer por el cuello. Los ruidos. Los amaneceres exhausta. La 316N... Nuestra pócima secreta. Los avances. Las flores que trajo Juan, el beso de Gon, la cara de Álvaro. Los pasitos de bebé. Tus ojos ayer. Su brillo. Ya estás en casa, mamá. Otoño. Es un honor poder viajar en tu bici. Eres gigantesca. Absolutamente gigantesca.