15 octubre 2005


La inflamación

El dinero es para gastar. Ya lo dice El Maestro: “Todo el dinero que gastara en mi vida, fuera mío justa o ilegalmente, dejé alegremente que pasara a las manos de mis amigos, para atar mejor el tiempo”. Ya, tío listo, vente a Navarra, ya verías lo que iban a ver tus amigos, la ETB. Peor, las ondarras. El otro día, por ejemplo, fui a un bar habitual, habitual para mí: “A ver, ponme una cola-cola y un mini-bocata de ésos”. Mini, pero mini mini, de nanotecnología. En total, 3.60 euros. Pillé la cuenta y no le hice una auditoría por falta de preparación. Salía así: Coca-cola, 2.10 euros; Pin (en casa, a los pintxos que se ven con microscopio les llamamos pins), 1.50 euros. Tú te quieres hacer un chalé, o qué, le dije. La mitad llevo, me dijo. Ospa, lento vas, has pasao de 400 pelas el bocatalomo a 4.50, de 100 pelas el café a un euro (166). Se me están inflamando los gitanales Iosu, así va la inflación. Y me puse serio. Porque a mí me da igual que suba la ropa o el transporte, que yo no uso, pero que me suban los cafeses, me puede, me altera. Entiendo que suba la vida, pero no que no la alcancemos ni saltando, que es exagerao. La inflación no sé cómo la miran, pero lo que es subir, sube como Pantani. A mí me hace gracia que digan que la música es cara. Sí, la de Bustamante. A saber, un disco de vinilo me costaba en tiempos 1.800 pelas y ahora, 15 años después, me sale a 2.200. Así que mandangas a otro lao. Lo que clama al cielo es la ropa, los pisos y, sobre todo, los cafeses, que no puedo con ellos. Porque ya me dirán qué hace uno pagando 2.10 por un botellín que sale a 0.40 o 1.10 por un escupitajo café. El ridi. Supongo que hoy los políticos hablarán de los combustibles, de las hipotecas y de los fosfatos. A mí casi que me hablen del cruasan.