28 enero 2006


Fred

Mañana me tragaré los Goya, como todos los años, igual que hacía con los Oscar antes de que la plataforma digital de Paul-Anka, ya saben, el de Put Your Head on My Shoulder (pon tu pasta en mi cuenta), le pusiera rayas a casi todas las cosas que me interesaban de verdad. Menos mal que las garras de Polanco no han llegao aún a los Goya. Pero este año he sido muy malo y he ido muy poco al cine (eso no se hace amigos, menos internet, menos puñetas y todos al cine), tan poco que de todos los nominados sólo he visto dos películas: Obaba y Elsa&Fred. Obaba, por militancia, porque una película de Armendáriz para un navarro es como una de Spielberg para un judío o una de Ron Jeremy para un feo (¿no conocen a Jeremy? Busquen en Google. Y luego vayan al cine). Y, a pesar de que ya dije que Obaba no terminó de gustarme, ojalá se lo lleve todo, que un éxito ayuda a una posible siguiente película y el gran Montxo se lo merece. La otra es Elsa&Fred, también por militancia. Milito en el club de seguidores de Manuel Alexandre, nominado por vez primera en su carrera a los 88 años, y no me pierdo una sola de sus películas, como antes me pasó con Luis Ciges, Agustín González o Rafael Alonso. Yo es que creo que antes de los 60 años no había que darle un premio a ningún actor, en serio. Y Alexandre, el mismo que una señora que dirige no sé qué asociación de televidentes Plaza del Castillo calificó una vez como “el peor actor que ha pasado por un plató”, supongo que porque era rojo (como si John Wayne fuera mal actor por ser facha, qué cosas), sencillamente se sale de la pantalla. Y compite con dos mocosos como Ballesta y Jaenada y Eduard Fernández ya tiene dos, así que el Goya es suyo. Y no por la edad, no, sino porque está inmenso. Y no se hable más. A por ellos, don Manuel.