El palillo
El lunes estuve en el banco. Cojo número en una de esas máquinas que tienen, igual que en la carnicería. Al fin y al cabo es lo mismo; va de vísceras. En una te las venden y en el otro te las sacan. “Vengo a pedir un crédito”, le digo a Fortu. “¿Pa qué lo quieres esta vez Jorge?”, me dice. “Ya sabes, cosas mías, mis asuntillos. ¿Puedo o no?”, le contesto. “Mari Carmen, ven para aquí si puedes a atender a Jorge”. “¿Qué quiere?”. “Otro crédito”. “¿Otro créditoooo?”. Ésta que resuena es la voz de Ricardo, el director, que se asoma desde su despacho. “Sí, ¿qué pasa?, otro. A ver si voy a ser yo menos que Gallipienzo. Hasta que no llegue a 10 créditos concedidos no paro. Tan navarro como él soy pues”, le replico. Se reúnen los tres en torno a mí, a ver qué se cuece esta vez. El Director General no sé, pero estos tres son buena gente, de verdad, pero, como decía aquel verdugo, alguien tiene que hacerlo. “A ver, Jorge, majetón, no puedes andar pidiendo créditos cada lunes. Esto no es la cartera de mamá, esto es un banco y, lo quieras o no, voy a tener que mandar la petición a riesgos y ya sabes cómo son los de riesgos. Si no ven una nómina y un aval no hay nada que hacer. Y además va a subir el Euribor”, me explica Ricardo, paternal. “No te preocupes, todo lo que sube baja. Pregúntaselo a Nacho Vidal. Y aquí está la nómina y aquí tienes el aval: mis dientes. Con lo que me he gastado en ellos, deben valer ya cerca de los 3 kilos. Y esta vez serán sólo 3.000 eurillos”, le señalo. “¿Para qué los quieres?”. “Es que empieza la Semana del Pincho”. “No me digas más. ¿Riesgos? Sí, buenas, soy Ricardo, que os mando a Jorge. Darle por lo menos 6.000 euros, a ver si le llega para tres rondas de pinchos”. “Gracias Ricardo. Sí, tranquilo, que el palillo me lo llevaré de casa”.
El lunes estuve en el banco. Cojo número en una de esas máquinas que tienen, igual que en la carnicería. Al fin y al cabo es lo mismo; va de vísceras. En una te las venden y en el otro te las sacan. “Vengo a pedir un crédito”, le digo a Fortu. “¿Pa qué lo quieres esta vez Jorge?”, me dice. “Ya sabes, cosas mías, mis asuntillos. ¿Puedo o no?”, le contesto. “Mari Carmen, ven para aquí si puedes a atender a Jorge”. “¿Qué quiere?”. “Otro crédito”. “¿Otro créditoooo?”. Ésta que resuena es la voz de Ricardo, el director, que se asoma desde su despacho. “Sí, ¿qué pasa?, otro. A ver si voy a ser yo menos que Gallipienzo. Hasta que no llegue a 10 créditos concedidos no paro. Tan navarro como él soy pues”, le replico. Se reúnen los tres en torno a mí, a ver qué se cuece esta vez. El Director General no sé, pero estos tres son buena gente, de verdad, pero, como decía aquel verdugo, alguien tiene que hacerlo. “A ver, Jorge, majetón, no puedes andar pidiendo créditos cada lunes. Esto no es la cartera de mamá, esto es un banco y, lo quieras o no, voy a tener que mandar la petición a riesgos y ya sabes cómo son los de riesgos. Si no ven una nómina y un aval no hay nada que hacer. Y además va a subir el Euribor”, me explica Ricardo, paternal. “No te preocupes, todo lo que sube baja. Pregúntaselo a Nacho Vidal. Y aquí está la nómina y aquí tienes el aval: mis dientes. Con lo que me he gastado en ellos, deben valer ya cerca de los 3 kilos. Y esta vez serán sólo 3.000 eurillos”, le señalo. “¿Para qué los quieres?”. “Es que empieza la Semana del Pincho”. “No me digas más. ¿Riesgos? Sí, buenas, soy Ricardo, que os mando a Jorge. Darle por lo menos 6.000 euros, a ver si le llega para tres rondas de pinchos”. “Gracias Ricardo. Sí, tranquilo, que el palillo me lo llevaré de casa”.
2 Comments:
Yo me voy haciendo mayor y es dificil arrancarme una sonrisa. Los nietos sí que lo consiguen, pero estas son cosas de abuelos. Pero, mira por dónde, ésta está siendo una buena semana. Comenzó con el triunfo de OSASUNA. Todavía me duraba el regocijo cuando vienes tu y me mezclas la semana del pincho con el euribor y tu capacidad para solicitar un crédito la comparas con la de GALLIPIENZO. ¿Cómo no me voy a reir?. Para mi, Jorge, tu columna es un vicio y una terapia.
Los lunes y martes se hacen más pesados porque se te echa de menos.
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