14 diciembre 2006

Al peso

En su escaño, la diputada Castillejo muestra una amplia sonrisa. Miento, la diputada Castillejo directamente se mea de la risa y casi se le ven las caries ante una nueva payasada del inefable Del Burgo, del Burger para los amigos. A su lado -al lado de la diputada Castillejo, me refiero- el diputado Moscoso esboza esa media cara de satisfacción que tan bien y también sabía esbozar –cuando movía algún músculo, lo que era algo milagroso- su señor padre de él, inventor a la sazón de los famosos moscosos, esos días de libre disposición que se toman los funcionarios y que parece ser que fue lo que le pasó a del Burger, que se tomó un moscoso. Con limón exprimido, supongo. A un tiempo, la diputada Barkos arremete contra el ínclito Jaime Iñaki y contra su compañero Salvador –compañero de del Burger, me refiero-, que también hizo de su ausencia presencia, esto es, que no asomó el morro no fuera a ser que se lo untaran. Una diputada Barkos que no dijo sino lo obvio –lo que le tocaba, que tampoco hay por qué inventar la pólvora todos los días- y que, por cierto, bien haría en aclarar que qué, que qué va a hacer si no es elegida alcaldesa, si va a currar en la dura oposición a la vez que de diputada o qué, que mucho nos parece querer estar en misa y repicando y sin cerrarse ninguna puerta por si las moscas. ¿O es que estar en la oposición en Pamplona es poco? Pero bueno, cervezas en el bar y a donde íbamos. Y no es por volver a poner de vuelta y media a la clase política, que algunos incluso se llegan a salvar, pero es que entre uno que no se entera de que ya le ha llegado la hora –incluso el siglo-, otros que se mean de risa y una que no sabe si quiere estar allí o aquí, casi mejor que no nos negociéis nada por Madrid, que ya lo echaremos a suertes. O al peso.