03 diciembre 2006

Taiwan

No sé dónde vamos a llegar a este paso, tal vez como mucho a la vuelta de la esquina, donde seguro que además pega el viento. Y es que ya no puede creer uno ni en National Geographic, que era a los documentales lo que Messner a los ochomiles: calidad, compromiso, apuesta, integridad. Pues ahora resulta que unas imágenes que habían vendido como verdaderas de la gestación de un elefante eran en realidad de plastilina, algo así como si el Everest en solitario y sin oxígeno de Messner se hubiera logrado en un estudio de televisión, que es lo que aseguran que pasó con la llegada a la Luna. Si no se puede confiar, entonces, en National Geographic, ¿en qué se puede creer? Si no podemos ya saber si ese leopardo de las nieves que se está tapiñando a un zorro es un leopardo de verdad o una alfombra persa de Irán Expo, ¿qué demonios vamos a ver por la televisión después de comer, a la pija de la Siñeriz, al Jorge-julay, el qué? Yo no sé cómo estará Fungairiño, pero yo la verdad es que estoy hecho polvo, porque empiezan los de National Geographic, siguen los de la BBC y acaba la cosa con que el pelirrojo ése que aparece viajando por el mundo en Pilot Guides no ha salido en su vida de Lutton, con lo mitificao que lo tengo yo al pelirrojo ése, que es un artista. Porque a mi me importa un bledo si El Pescailla tenía un hijo putativo, seis o un picadero en Alcorcón, así que por mi que censuren todas esas basuras, pero no tener la certeza de que eso que aparece en pantalla es una hormiga y lo otro un oso hormiguero y que lo que va a hacer el oso es meter el naso y lo que va a hacer la hormiga es salir zingando es una sensación cuando menos de estar siendo estafado. ¡Exijo que los ñus que despedazan mientras hago la digestión no estén hechos en Taiwan!