Jornada continua
Que resulta que se está estudiando la posibilidad de que los niños sólo vayan al cole en jornada continua. A mi me parece una barbaridad que los niños se peguen toda la mañana en el colegio. Yo les pondría sólo una clase, de 12 a 1, para que no tengan que madrugar, y así luego se pueden ir a echar el vermú al Iru, que dicen que ponen unos martinis excelentes, o a jugar a los marcianos, que eso sí que desarrolla bien la motricidad. ¿Que luego lo que ocurre es que tienen muchas horas libres? No pasa nada, se les organizan bien de actividades extraescolares. A mí, por ejemplo, me llevaban de visita a las monjas blancas. Pues podían hacer ahora lo mismo, ir a las monjas blancas y además llevarlos también al sex-shop, para que conozcan las criaturas los dos extremos de un mismo vibrador, perdón, de una misma realidad. ¿Que no se llenan todavía las horas y los padres se quejan de que a ver qué hacen con el fruto de su amor, a quién se lo endilgan? Pues para eso está Campoy, que dice estar filosóficamente de acuerdo con esta idea. Ya lo solucionará él este asunto, ya negociará uno por uno con todos los jefes de los padres de los niños para que también les pongan jornada continua y todos tan felices -padres, jefes, profesores y alumnos-, echando martinis, monedas a los marcianos y monedas a las cabinas. Una sociedad que puede hacer eso a las 5 de la tarde en lugar de estar perdiendo el tiempo encofrando o hablando de las monocotiledóneas o los afluentes del Tajo -¿existe el Tajo todavía? ¿y el Imperio Otomano?- es una sociedad moderna, que es adonde tenemos que ir, a la modernidad, aunque no sepamos muy bien por dónde queda ni qué hacer con ella, que ése si que es un problema muy moderno, qué hacer con los niños y quién lo tiene que hacer. Me voy a las monjas blancas.
Que resulta que se está estudiando la posibilidad de que los niños sólo vayan al cole en jornada continua. A mi me parece una barbaridad que los niños se peguen toda la mañana en el colegio. Yo les pondría sólo una clase, de 12 a 1, para que no tengan que madrugar, y así luego se pueden ir a echar el vermú al Iru, que dicen que ponen unos martinis excelentes, o a jugar a los marcianos, que eso sí que desarrolla bien la motricidad. ¿Que luego lo que ocurre es que tienen muchas horas libres? No pasa nada, se les organizan bien de actividades extraescolares. A mí, por ejemplo, me llevaban de visita a las monjas blancas. Pues podían hacer ahora lo mismo, ir a las monjas blancas y además llevarlos también al sex-shop, para que conozcan las criaturas los dos extremos de un mismo vibrador, perdón, de una misma realidad. ¿Que no se llenan todavía las horas y los padres se quejan de que a ver qué hacen con el fruto de su amor, a quién se lo endilgan? Pues para eso está Campoy, que dice estar filosóficamente de acuerdo con esta idea. Ya lo solucionará él este asunto, ya negociará uno por uno con todos los jefes de los padres de los niños para que también les pongan jornada continua y todos tan felices -padres, jefes, profesores y alumnos-, echando martinis, monedas a los marcianos y monedas a las cabinas. Una sociedad que puede hacer eso a las 5 de la tarde en lugar de estar perdiendo el tiempo encofrando o hablando de las monocotiledóneas o los afluentes del Tajo -¿existe el Tajo todavía? ¿y el Imperio Otomano?- es una sociedad moderna, que es adonde tenemos que ir, a la modernidad, aunque no sepamos muy bien por dónde queda ni qué hacer con ella, que ése si que es un problema muy moderno, qué hacer con los niños y quién lo tiene que hacer. Me voy a las monjas blancas.
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