27 diciembre 2006

A la Bardena

Ya tardábamos los jabarros en meter nuestras nada escasas narices por los desiertos. Mi abuela, que como ustedes bien saben es eso que se conoce como un hecho sin precedentes, suele leerme en voz alta todas y cada una de las noticias en las que hay un navarro o asunto foral de por medio: Mira, michico, somos los que más sangre donamos. Mira, michico, somos los que más misioneros y monjas tenemos en las misiones. Mira, michico, somos los que más dimos para lo del tsunami. Vamos, que es más foral que la bandera, la abuela. Ahora me va a poder leer otra cosa: Mira, michico, hay unos navarros corriendo el Lisboa-Dakar. A ella estas cosas le gustan, eso de que haya compadres repartidos por el universo mundo haciendo el bien o haciendo algo, pero luego siempre atiende a razones cuando le comentas que bien, que vale, pero que hacer por hacer pues como que no. Como es el caso. Porque entiendo que estos compadres que se van a ir unos días con el coche para allá son gente normal y corriente –antes sólo corrían el rally los pijos, para entendernos los álvarosbultos de turno; ahora se ha democratizado algo- , con su ilusión deportiva y humana por esto y que seguro que se han dejado miles de horas de esfuerzo preparándose deportiva y financieramente, pero no me vale. Y no me vale porque mientras un solo paisano que esté paseando a la vaca sea atropellado todo el acontxecimiento pierde de cuajo su posible defensa. Porque los sherpas que palman trabajando en el Himalaya cobran por ello y acuden libremente, mientras que los negros a los que se atropella ni cobran ni nada que se le parezca. Y, bueno, porque además ya vale de no hacer ni caso a África más que cuando sirve de área de esparcimiento. Y tampoco me sirve que me digan que eso deja ingresos allá. A la Bardena.