Robapanes
Estoy tomando un café, haciendo tiempo para ver la proyección Una estrella en Gibraltar, de David Marañón, en la que cuenta el cruce del estrecho de Gibraltar a nado, entre otras muchas cosas. Estoy con mi café y entra en el bar un tipo rubio, perfectamente vestido. Cruza todo el pasillo paralelo a la barra y llega al baño. Echa un vistazo y se vuelve. El camarero está haciendo algo en la cocina, así que el rubio aprovecha. Coge una cesta con trozos de pan, la mira, pilla cuatro o cinco, se los mete en un bolsillo de la cazadora, deja la cesta y se va por donde ha venido, tranquilo como él solo. Yo no salgo de mi asombro y cuando vuelve el camarero veo que ni se ha enterado. Le acaban de birlar un tercio de barra de pan con una profesionalidad absoluta. De camino a la proyección trato de imaginar qué ha impulsado al rubio a hacer lo que ha hecho: ¿tenía necesidad real de comerse ese pan, aunque no tenía ninguna pinta?, ¿es puro vicio, como Winona Ryder?, ¿es su pequeña aportación a la queja por la subida del IPC con el pan a la cabeza? Nunca lo sabré, pero justo cuando estoy entrando al lugar donde se emite la proyección me lo cruzo. Trae una sonrisa que, como dice un amigo, podría iluminar una ciudad pequeña. Este figura es capaz de haberse mangao medio jamón, pienso. En la charla, David habla de escaladores, triatletas, nadadores, de espíritus libres en general, de gente que se supera a sí misma por el mero placer de hacerlo. Yo no sé si el rubio escala o no, pero que es un espíritu libre está clarísimo. Quizá ha optado por tomarse la justicia por su mano y aunque tal vez no sea el modo más correcto de hacerlo es evidente que disfruta. Y al final la vida igual se reduce a eso, a disfrutar, ya sea escalando, nadando, tomando café o robando trozos de pan.
Estoy tomando un café, haciendo tiempo para ver la proyección Una estrella en Gibraltar, de David Marañón, en la que cuenta el cruce del estrecho de Gibraltar a nado, entre otras muchas cosas. Estoy con mi café y entra en el bar un tipo rubio, perfectamente vestido. Cruza todo el pasillo paralelo a la barra y llega al baño. Echa un vistazo y se vuelve. El camarero está haciendo algo en la cocina, así que el rubio aprovecha. Coge una cesta con trozos de pan, la mira, pilla cuatro o cinco, se los mete en un bolsillo de la cazadora, deja la cesta y se va por donde ha venido, tranquilo como él solo. Yo no salgo de mi asombro y cuando vuelve el camarero veo que ni se ha enterado. Le acaban de birlar un tercio de barra de pan con una profesionalidad absoluta. De camino a la proyección trato de imaginar qué ha impulsado al rubio a hacer lo que ha hecho: ¿tenía necesidad real de comerse ese pan, aunque no tenía ninguna pinta?, ¿es puro vicio, como Winona Ryder?, ¿es su pequeña aportación a la queja por la subida del IPC con el pan a la cabeza? Nunca lo sabré, pero justo cuando estoy entrando al lugar donde se emite la proyección me lo cruzo. Trae una sonrisa que, como dice un amigo, podría iluminar una ciudad pequeña. Este figura es capaz de haberse mangao medio jamón, pienso. En la charla, David habla de escaladores, triatletas, nadadores, de espíritus libres en general, de gente que se supera a sí misma por el mero placer de hacerlo. Yo no sé si el rubio escala o no, pero que es un espíritu libre está clarísimo. Quizá ha optado por tomarse la justicia por su mano y aunque tal vez no sea el modo más correcto de hacerlo es evidente que disfruta. Y al final la vida igual se reduce a eso, a disfrutar, ya sea escalando, nadando, tomando café o robando trozos de pan.
2 Comments:
Pues no veas como disfruto yo leyendo como interpretas estas cosas de la vida. Sigue asi. Solo una persona con sensibilidad es capaz de ello.
Frescura y sensibilidad, Jorge, "una suma de virtudes que escasea" como dice mi "rey" Andrés Calamaro. Da gusto leerte. El domingo lo comentaba con Paco Roda, que también lo leo, pero más que por gusto por "militancia".
Oye, la primera parte del audiovisual de David... una caña... verdaderamente EMOCIONANTE.
Un abrazo
Koldo Aldaz
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