28 diciembre 2007

Alarmas

Ayer tuvimos una tarde entretenida en San Gregorio. Cada 15 minutos saltaba una alarma de las que te hacen desear la aniquilación de todos tus semejantes en el ipsofacto, especialmente del semejante dueño de la alarma antinuclear. No supe de dónde venía, pero sospeché que era alguno que trataba de coger un frito de huevo de El Museo sin antes haber pagado y por eso saltaba. Es que los fritos de huevo de El Museo son de eso, de museo, aunque en dura competencia con los del Río, aunque ésa ya es otra calle, San Nicolás, otro mundo. En San Gregorio estamos más frescos y más tranquilos, salvo ayer. Hablando de museos y de alarmas, hace nada unos figuras entraron en uno en Sao Paulo y se llevaron dos cuadritos valorados en unos 70 millones de euros, uno de ellos de Picasso, que era un pintor (esto lo digo para los jóvenes, que igual se creen que es un coche. No, antes del Xsara Picasso hubo un Picasso pintor, majos). Qué harán con ellos no se sabe, pero entraron como quisieron y se los llevaron como el que se manga unos cuantos palillos de un palillero de un bar porque tiene cena en casa de un amigo y se ha olvidado los palillos de confianza en casa y hay amigos que mucho foie y mucho vino bueno pero ni un puto palillo tienen. Ni había vigilante, ni saltó la alarma, ni siquiera había un pobre caniche con caries que les ladrara un poco. A poco se duerme uno del relajo que llevaban encima. Los teletipos de agencia destacaban que se los habían llevado con marco y todo. Hombre, por supuesto, no te lo vas a mangar sin marco, que luego vete a la tienda de marcos y a nada que sea profesional la dependienta te hace llevar el original, para ver cómo casa la pintura y te delatas. Quita, quita. ¿No habrían visto ayer ustedes a tres brasileños de pintxos por San Gregorio, no?