Cienciología
No he visto la película de Fesser, al que por favor pido desde aquí que vuelva por la senda del bien y haga la continuación de P. Tinto aunque sea rescatando al maestro Ciges por ordenador. En cambio, me he tomado la molestia –porque leer es una molestia, gracias- de tragarme la biografía de Tom Cruise que ha escrito Andrew Morton y que, aunque no tanto como P. Tinto –“¡qué va a estar lejos!, en 5 minutos se planta usted allí, y en 15 allí, y en 20 allí”-, les recomiendo a ustedes. Y ni mucho menos se la recomiendo por lo que pueda tener de recorrido por la vida de esta estrella de la industria cinematográfica –que no del cine, aunque podría llegar a serlo- sino por la descripción que en ella se hace de eso que se llama la Cienciología, que viene a ser en algunos aspectos básicos muy similar al Opus –por ejemplo, en lo de captar clientes cuando más potentados o bien situados mejor, aunque en esto podríamos meter también a todos los partidos políticos-. Al igual que en el Opus ocurre con Escrivá –o que en el catolicismo ocurre con Jesús-, aquí hay un Mesías claro con el que identificarse, en este caso un tal Hubbard, que ya palmó. De lo que más me llamó la atención del libro, que es sabroso del todo, es que al bueno de Hubbard sus seguidores ya le han construido un palacete nuevo para cuando resucite, un palacete que te cagas, no vaya a ser que vuelva al mundo y le toque un 3º derecha con vistas a un patio interior del que además no se puede tender la ropa y un vecino birmano con cara de mala leche. Hubbard, si resucita, ya tiene su choza preparada. Joder, eso sí que es una religión. Una organización que se preocupa de tu realojo si te da el punto de resucitar, por fuerza merece que se le llene el cepillo. Para que con él se pueda lustrar Tom su fantástica sonrisa.
No he visto la película de Fesser, al que por favor pido desde aquí que vuelva por la senda del bien y haga la continuación de P. Tinto aunque sea rescatando al maestro Ciges por ordenador. En cambio, me he tomado la molestia –porque leer es una molestia, gracias- de tragarme la biografía de Tom Cruise que ha escrito Andrew Morton y que, aunque no tanto como P. Tinto –“¡qué va a estar lejos!, en 5 minutos se planta usted allí, y en 15 allí, y en 20 allí”-, les recomiendo a ustedes. Y ni mucho menos se la recomiendo por lo que pueda tener de recorrido por la vida de esta estrella de la industria cinematográfica –que no del cine, aunque podría llegar a serlo- sino por la descripción que en ella se hace de eso que se llama la Cienciología, que viene a ser en algunos aspectos básicos muy similar al Opus –por ejemplo, en lo de captar clientes cuando más potentados o bien situados mejor, aunque en esto podríamos meter también a todos los partidos políticos-. Al igual que en el Opus ocurre con Escrivá –o que en el catolicismo ocurre con Jesús-, aquí hay un Mesías claro con el que identificarse, en este caso un tal Hubbard, que ya palmó. De lo que más me llamó la atención del libro, que es sabroso del todo, es que al bueno de Hubbard sus seguidores ya le han construido un palacete nuevo para cuando resucite, un palacete que te cagas, no vaya a ser que vuelva al mundo y le toque un 3º derecha con vistas a un patio interior del que además no se puede tender la ropa y un vecino birmano con cara de mala leche. Hubbard, si resucita, ya tiene su choza preparada. Joder, eso sí que es una religión. Una organización que se preocupa de tu realojo si te da el punto de resucitar, por fuerza merece que se le llene el cepillo. Para que con él se pueda lustrar Tom su fantástica sonrisa.
2 Comments:
Una mañana, bajando a la facultad, leí una pintada en la pared de un edificio que lindaba con el campus: "DIOS NO ES DEL OPUS". Afronté las tediosas clases de esa jornada con muy buen humor. Pero, como las alegrías en esta vida, también aquélla fue efímera: cuando salí de clase la pintada ya había sido borrada.
Me he divertido horrores con ésto
de la Cienciología. Te provoca
inventarte alguna ideota de esas
que a la gente le encanta seguir
como carneros de panurgo, no importa cuanto dinero haya que
desembolsar. La estupidez humana
no tiene límites...
Ese Hubbard se las sabía todas, aunque podría darse que a su
regreso, se encontrara a Tom Cruise
instalado en su palacete... Por qué
no?...
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