El muro
Como pasa en el Vaticano, donde no está penalizado ser homosexual porque no les cabe en la cabeza que nadie pueda ser homosexual, en Pamplona tampoco hay homosexuales, pero en este caso es imposible que los haya porque no hay otra acera, como se decía antes: ese es de la otra acera. En Pamplona acera sólo tenemos una, la que maneja Alucina. Es una acera que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido, lo mismo le metes un carril bici que doce señales de hoteles privados, vale para todo. Por allá pasa todo el mundo, apretados, eso sí, que hay que aprovechar el espacio, hay que dar paso a los monovolúmenes y los coches con unos hombros que ni el increíble Hulk. Así, nos encontramos con tramos de esa acera en lo que si se diera el caso de que una bici se cruzara con otra se tendría que apartar una de ellas, invadiendo el ya de por sí invadido espacio de los peatones. En el caso de que justo también en ese momento un peatón se estuviera cruzando con otro, uno de ellos, para evitar meterle la nariz en la nuez al de enfrente, se vería obligado o a parar y ponerse de perfil –abstenerse los de totxa grande- o, en su defecto, a invadir la calzada, con el lógico riesgo que eso supone. No obstante, las estadísticas nos hablarían de que ese suceso sólo ocurrió una vez, como ahora nos dicen que en todo 2007 sólo se registraron tres accidentes entre bicis y peatones, sin heridos graves. ¿Y? Que las cosas no pasen –o no se cuenten- no significa que no sean un grave atropello, tanto para peatones como para ciclistas, a los que se nos ofrecen las migajas del espacio de esta ciudad, una ciudad que no sólo no afronta el problema del tráfico sino que además acochina aún más a los que optan por usar el coche lo menos posible. Eso no es un carril bici. Es el muro de Barcina.
Como pasa en el Vaticano, donde no está penalizado ser homosexual porque no les cabe en la cabeza que nadie pueda ser homosexual, en Pamplona tampoco hay homosexuales, pero en este caso es imposible que los haya porque no hay otra acera, como se decía antes: ese es de la otra acera. En Pamplona acera sólo tenemos una, la que maneja Alucina. Es una acera que lo mismo te sirve para un roto que para un descosido, lo mismo le metes un carril bici que doce señales de hoteles privados, vale para todo. Por allá pasa todo el mundo, apretados, eso sí, que hay que aprovechar el espacio, hay que dar paso a los monovolúmenes y los coches con unos hombros que ni el increíble Hulk. Así, nos encontramos con tramos de esa acera en lo que si se diera el caso de que una bici se cruzara con otra se tendría que apartar una de ellas, invadiendo el ya de por sí invadido espacio de los peatones. En el caso de que justo también en ese momento un peatón se estuviera cruzando con otro, uno de ellos, para evitar meterle la nariz en la nuez al de enfrente, se vería obligado o a parar y ponerse de perfil –abstenerse los de totxa grande- o, en su defecto, a invadir la calzada, con el lógico riesgo que eso supone. No obstante, las estadísticas nos hablarían de que ese suceso sólo ocurrió una vez, como ahora nos dicen que en todo 2007 sólo se registraron tres accidentes entre bicis y peatones, sin heridos graves. ¿Y? Que las cosas no pasen –o no se cuenten- no significa que no sean un grave atropello, tanto para peatones como para ciclistas, a los que se nos ofrecen las migajas del espacio de esta ciudad, una ciudad que no sólo no afronta el problema del tráfico sino que además acochina aún más a los que optan por usar el coche lo menos posible. Eso no es un carril bici. Es el muro de Barcina.
1 Comments:
La actuación de este Ayuntamiento. me recuerda cada vez más al videoclip de la canción THE WALL, de PINK FLOYD.
Y a una parte de su letra:
"You're just another brick in the wall."
Hasta que el muro nos rodee y nos trague.
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