Hurto o robo
Con tanto revuelo como se ve que hay con las policías municipales y forales y eso, me voy animar a contarles un suceso real que sufrí hará 8 años, una tontería. El caso es que el periódico nacional deportivo de máxima difusión organizó un concurso por Internet sobre los Juegos de Sydney 2000. El mendas otra cosa no, pero de temas de ésos algo sabe, al menos entonces. Había que contestar en 15 días unas 250 preguntas. Gané. Y me dieron una moto. Iba yo con mi moto para abuelas más tiesico que un ajete, que dice mi rival. Total, que a los dos meses de ir yo motorizado, aparco un día en su casa, abro el sillín para sacar la prensa y, listo de mí, me dejo las llaves puestas. ¿Creen ustedes que un domingo de canícula de abril en una bocacalle perdida de Barañáin entre las 13.00 y las 16.00 pasaba gente suficiente como para que entre ellos hubiera un Torete ? Pues la había. Bajamos y, lógico, mi moto naranja, algo más que un triciclo con ruedas, no estaba. Raudos fuimos a la municipalidad local y no puedo reproducir la totalidad del atestado porque Groucho Marx en comparación era Vargas Llosa. Salimos de allí, por supuesto sin moto, y, por supuesto, sin saber la diferencia entre hurto y robo. La diferencia entre gilipollas y yo mismo no hacía falta que nadie me la explicara. A los meses me llamaron de la Guardia Civil de avenida Galicia para explicarme que tenían allí los restos de mi moto, que habían encontrado en el cuarto de máquinas de unos ascensores. Mi moto reducida a unas bolsas azules de basura y, eso sí, una matrícula, que aún conservo en honor a mi idiotez. Estuve tres años en Tráfico intentando que dejaran de cobrarme los 4 euros del impuesto de circulación, pero ante tanto papeleo opté y opto por seguir pagando aquel impuesto. Que no sé si es hurto o robo.
Con tanto revuelo como se ve que hay con las policías municipales y forales y eso, me voy animar a contarles un suceso real que sufrí hará 8 años, una tontería. El caso es que el periódico nacional deportivo de máxima difusión organizó un concurso por Internet sobre los Juegos de Sydney 2000. El mendas otra cosa no, pero de temas de ésos algo sabe, al menos entonces. Había que contestar en 15 días unas 250 preguntas. Gané. Y me dieron una moto. Iba yo con mi moto para abuelas más tiesico que un ajete, que dice mi rival. Total, que a los dos meses de ir yo motorizado, aparco un día en su casa, abro el sillín para sacar la prensa y, listo de mí, me dejo las llaves puestas. ¿Creen ustedes que un domingo de canícula de abril en una bocacalle perdida de Barañáin entre las 13.00 y las 16.00 pasaba gente suficiente como para que entre ellos hubiera un Torete ? Pues la había. Bajamos y, lógico, mi moto naranja, algo más que un triciclo con ruedas, no estaba. Raudos fuimos a la municipalidad local y no puedo reproducir la totalidad del atestado porque Groucho Marx en comparación era Vargas Llosa. Salimos de allí, por supuesto sin moto, y, por supuesto, sin saber la diferencia entre hurto y robo. La diferencia entre gilipollas y yo mismo no hacía falta que nadie me la explicara. A los meses me llamaron de la Guardia Civil de avenida Galicia para explicarme que tenían allí los restos de mi moto, que habían encontrado en el cuarto de máquinas de unos ascensores. Mi moto reducida a unas bolsas azules de basura y, eso sí, una matrícula, que aún conservo en honor a mi idiotez. Estuve tres años en Tráfico intentando que dejaran de cobrarme los 4 euros del impuesto de circulación, pero ante tanto papeleo opté y opto por seguir pagando aquel impuesto. Que no sé si es hurto o robo.
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