Lentos
El defensor del pueblo es un enemigo del pueblo. Y ni mucho menos porque en la polémica sobre la censura en las bibliotecas se alineara –y alienara- con la versión oficial, porque eso va en los propios estamentos y filamentos de todo aquel que ocupa un cargo al que se ha llegado siguiendo la estela que deja un dedo gubernamental, que es el que le abona religiosamente o civilmente las mensualidades. No por eso, no, eso lo de lo menos. Lo realmente vergonzoso es que ahora, precisamente ahora, vaya a pedir que se amplíe, así, por las buenas, el tiempo que nos dan a los viandantes para cruzar esos trocitos de asfalto que antes eran de tierra y que si se han fijado bien suelen estar ocupados por coches que conducen unos señores que van de un lado a otro con bolsas y niños y teléfonos de manos libres y sentidos ocupados. Esos espacios que se llaman urbanos y que lo que se deberían de llamar son estadios olímpicos, tartanes, pistas de atletismo, cualquier cosa menos calles. Como recordarán, el record del mundo se ostentó durante años en los 18 segundos que nos daban para cruzar el carril de ida y vuelta de Conde Oliveto, que había un tipejo en verde y en cuanto se ponía rojo te hacían trizas. Yo llegué a completarlo con bien a base de mucha soja y de alimentarme práctica y únicamente de todo lo que tuviera relación con el humus. Estando como estaba yo ya en la elite de los cruzadores, entre los Pijutis de Conde Oliveto, fueron y ampliaron el tiempo creo que hasta los 24 segundos, con lo cual aquello ya perdió toda la gracia, porque no veías a nadie con rozadores de pintura de coche en los tobillos. Pues ahora aún quieren más, les sigue pareciendo poco. Todos cometemos errores, yo el primero, pero estamos creando una generación de acomodados. ¡Ampliaziorik ez!
El defensor del pueblo es un enemigo del pueblo. Y ni mucho menos porque en la polémica sobre la censura en las bibliotecas se alineara –y alienara- con la versión oficial, porque eso va en los propios estamentos y filamentos de todo aquel que ocupa un cargo al que se ha llegado siguiendo la estela que deja un dedo gubernamental, que es el que le abona religiosamente o civilmente las mensualidades. No por eso, no, eso lo de lo menos. Lo realmente vergonzoso es que ahora, precisamente ahora, vaya a pedir que se amplíe, así, por las buenas, el tiempo que nos dan a los viandantes para cruzar esos trocitos de asfalto que antes eran de tierra y que si se han fijado bien suelen estar ocupados por coches que conducen unos señores que van de un lado a otro con bolsas y niños y teléfonos de manos libres y sentidos ocupados. Esos espacios que se llaman urbanos y que lo que se deberían de llamar son estadios olímpicos, tartanes, pistas de atletismo, cualquier cosa menos calles. Como recordarán, el record del mundo se ostentó durante años en los 18 segundos que nos daban para cruzar el carril de ida y vuelta de Conde Oliveto, que había un tipejo en verde y en cuanto se ponía rojo te hacían trizas. Yo llegué a completarlo con bien a base de mucha soja y de alimentarme práctica y únicamente de todo lo que tuviera relación con el humus. Estando como estaba yo ya en la elite de los cruzadores, entre los Pijutis de Conde Oliveto, fueron y ampliaron el tiempo creo que hasta los 24 segundos, con lo cual aquello ya perdió toda la gracia, porque no veías a nadie con rozadores de pintura de coche en los tobillos. Pues ahora aún quieren más, les sigue pareciendo poco. Todos cometemos errores, yo el primero, pero estamos creando una generación de acomodados. ¡Ampliaziorik ez!
1 Comments:
¡Cómo echaba de menos una koordinadora! Por fin Pamplona huele a lo que tiene que oler, a sudor sobakero de enkartelados en manifa rotondera.
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