Titule usted
Estando mi cuñado ausente por motivos laborales, mi cuñada nos tiene alojados en su casa desde hace unas lunas, algo que nos tiene a las partes en litigio en completa y mutua satisfacción, al menos hasta donde me alcanza el entendimiento, un alcance standard. El único escollo que le veo al tema de la emigración es el de los nombres de las cosas, porque aquí no nos pasa como en 100 años de soledad, aquí las cosas no carecen de nombre y para mencionarlas no basta con señalarlas con el dedo. Aquí personas y bichos atienden por sus nombres y así es como debe de ser, además. El asunto es que somos un huevo de nombres, ya que, amén de mi cuñado ausente, mi cuñada, mi rival y yo, habitan también mis dos sobrinos, dos perros y una indetectable cantidad de hormigas que campan por donde el jardincillo este tan majete que tienen estas casas tan apañadas. Los niños, por este orden natural, se llaman Adur –como el río que cruza Bayona-, Amets –como Txurruka, el de los frutos secos que corre el Tour- y luego, en el capítulo perros, están Eki –como la cerveza autóstona- y Hodei, que también es un ciclista en pista, entre otras similitudes. Y es en llegando aquí cuando me doy de bruces con el hecho de que todos los nombres son en euskera, lo cual no es escollo alguno pero sí una graciosa continuidad, de la misma manera que mis sobrinos sanguíneos se llaman Álvaro, Gonzalo y Juan –perro no tienen, hormigas, que yo sepa, tampoco, o no muchas-. Y esto, a lo que veo, sucede en miles de casas y jardines, que es raro ver sentados al mismo mantel a un mayor que se llame Garikoitz, un pequeño Eduardo y un perro Tovarich. Será por eso que a mi me dicen –y aciertan- que suelo elegir mal los títulos. Yo es que por mi le llamaría a todo Telefunken, no me digan que no es precioso. Y doméstico.
Estando mi cuñado ausente por motivos laborales, mi cuñada nos tiene alojados en su casa desde hace unas lunas, algo que nos tiene a las partes en litigio en completa y mutua satisfacción, al menos hasta donde me alcanza el entendimiento, un alcance standard. El único escollo que le veo al tema de la emigración es el de los nombres de las cosas, porque aquí no nos pasa como en 100 años de soledad, aquí las cosas no carecen de nombre y para mencionarlas no basta con señalarlas con el dedo. Aquí personas y bichos atienden por sus nombres y así es como debe de ser, además. El asunto es que somos un huevo de nombres, ya que, amén de mi cuñado ausente, mi cuñada, mi rival y yo, habitan también mis dos sobrinos, dos perros y una indetectable cantidad de hormigas que campan por donde el jardincillo este tan majete que tienen estas casas tan apañadas. Los niños, por este orden natural, se llaman Adur –como el río que cruza Bayona-, Amets –como Txurruka, el de los frutos secos que corre el Tour- y luego, en el capítulo perros, están Eki –como la cerveza autóstona- y Hodei, que también es un ciclista en pista, entre otras similitudes. Y es en llegando aquí cuando me doy de bruces con el hecho de que todos los nombres son en euskera, lo cual no es escollo alguno pero sí una graciosa continuidad, de la misma manera que mis sobrinos sanguíneos se llaman Álvaro, Gonzalo y Juan –perro no tienen, hormigas, que yo sepa, tampoco, o no muchas-. Y esto, a lo que veo, sucede en miles de casas y jardines, que es raro ver sentados al mismo mantel a un mayor que se llame Garikoitz, un pequeño Eduardo y un perro Tovarich. Será por eso que a mi me dicen –y aciertan- que suelo elegir mal los títulos. Yo es que por mi le llamaría a todo Telefunken, no me digan que no es precioso. Y doméstico.
7 Comments:
Pues la has jodido porque durante una gran temporada le van a llamar a todo Michael Jackson.
La que se nos viene encima, cagüenlaórdiga. Terror.
No te preocupes mucho por los nombres, dentro de unos días, al menos por estos pagos, nadie se va a acordar de cómo se llama... :P
Segunda lectura insomne:
Me hace gracia esa moda que se da en los usuarios actales del batua de nombrar a las personas de forma única, casi sin repetir palabro (¿sonarán sirenas de los super takañones?). Divertido y endemoniado invento para las memorias frágiles como la mía. Curioso asunto, sí, viniendo además de una sociedad tan fuertemente ligada al concepto de terruño, llegando incluso a la disolución de la individualidad si con eso se consigue el fin superior del gure-gure.
Durante un puñado de siglos el nombre más común, casi el único, fue Martín. Llamativos los bandazos que pegan las sociedades a lo largo de la historia.
¿En el Tibet habrá muchos Brahmaputra García/Gartzia? Espero que no, porque el crío no tiene culpa alguna, y le quedaría tan de culo como a un buda dos S&W Modelo 29 (salvo que tenga el careto de Clint Eastwood). Habrá que preguntárselo a Txentxo, que hizo un buen estudio de campo sobre el tema.
Acabas de realizar una radiografía de la sociedad navarra en menos de trecientas palabras.
Chapeau.
Mariano
Pues más llamativo será en Jódar, de donde vienen los esparragueros de mi pueblo, que han empezado a llamar a sus hijos Asier, Amaia o Ainhoa. De todas formas esa es la riqueza de esta tierra: que mi suegra tenga los domingos en la mesa a sus nietos Adrián, Lucía, Oier e Itsasne y que luego los cuatro salgan a jugar con Amman y Endessao. Lo importante es que lo veamos como lo más normal y que terminemos los banquetes sin reñir. Y que luego eso lo apliquemos al resto de las relaciones sociales.
Hastiado, tómate ya una tilica, que a la noche se te pone muy mala leche. Ah! , soy materfamilia con silleta de tres ruedas y espero verte en algún bar para pisarte el talón con la rueda de adelante. ¡Qué raticos nos haces pasar!
saludicos
Eva, ¿Tila existiendo café? No, gracias
¿Tienes seguro a terceros? No entiendo cómo no son exigidos algún tipo de seguro a esos trastos (el otro día vi una silleta marca mclaren y me eche contra la pared, por el acojono). Como las bicis, por cierto, que ni los llevan ni pagan impuesto de circulación, pese a que ladran como si hubieran pagado ellos solos el desastroso carril bici. Muy típico en Pamplona lo de adoptar la postura del vírgeno vírgena deshonrada, calzándose todo lo que haya podido en la intimidad.
Telefunken, Telefunken, toda la vida pensando en que si nos dabas un sobrino se llamaría Vladimir Ilich, Leon, Anatoli o Jarmila, en siendo hembra, y ahora traes a mi memoria el primer radio-cassette que compartí.
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