A la rueda

¿Recuerdan ustedes el Tour del 93? Si son ustedes “navarros de bien” deberían. Deberían porque aquel año Miguel El Emperador sufrió como nunca para hacerse con la victoria, al punto de que, aquejado de fiebres, ni siquiera ganó la última crono llana, algo insólito entonces. De hecho, incluso vio peligrar la victoria en la etapa que terminaba en Pau, pero el trabajo de Gorospe y su inenarrado –ni se vio por televisión- descenso del Tourmalet echando abajo la escapada de Rominger zanjaron la cuestión. En aquel Tour había un polaco. Nunca antes ni después ha vuelto a haber un polaco como aquel, codeándose con la clase alta del ciclismo mundial en toda clase de terrenos. Se pegó todo el Tour haciendo la goma en los ascensos, racaneando relevos y proclamando la abstinencia sexual como el método más eficaz para reservar energías. Zenon Jaskula, que así se llamaba el polaco, fue un ciclista del montón que tuvo aquel julio su julio y del que nunca más se supo. Su gran momento llegó en la etapa que terminaba en Sant Lary Soulan. Después de un día brutal de ataques por parte de Rominger, que lo mismo demarraba con sprints secos que marcaba un tren altísimo a la espera de un desfallecimiento de Indurain, Jaskula, que no dio un solo relevo en todo el Tour a pesar de que optaba claramente al podio e incluso al triunfo si Indurain hubiese fallado, salió como una comadreja a 100 metros de meta de detrás de la rueda de navarro y suizo y ganó la etapa, la victoria más importante de su carrera, altura que ya no volvió a alcanzar a pesar de su tercer puesto general final. Contemplar las desmarcadas de Roberto Jiménez el jueves con respecto a Miguel El Emperador tras dos años y medio chupando tubular me ha hecho recordar a aquel polaco aprovechado, del que poco o nada más se supo.