Anaitasuna, 20.00

El éxito tiene daños colaterales. Uno de ellos son los premios, las distinciones, los recibimientos de algún político o el alcalde de turno. Vamos, las miserias habituales, que algunos optan por no protagonizar, otros protagonizan encantados de la vida y otros protagonizan porque si no lo hacen les va en ello parte de su futuro y, en el caso de los deportes, del proyecto que gestionan o del que forman parte. Otro de esos ratos malos que hay que pasar es la publicidad posterior al éxito. La semana pasada ví una en la que la plantilla, técnicos y directivos de Obenasa estaban rodeados por la Consejera de Deportes y el director del IND, celebrando el meritorio ascenso de las dirigidas por César Rupérez –un tipo que, como Guripa con el Grupo Iruña Navarra, tiene algo más que tácticas en la cabeza, que sabe hablar, al que no le dan ataques de importancia, que sabe manejar, con todo lo complicado que eso es, un buen cúmulo de egos pidiendo minutos y más minutos. ¡Enhorabuena!-. Obviamente, te entraba la risa, ya que la consejera parecía Toni Tramullas o Albert Illa rodeada de 10 o 12 pívots. Pero, al margen del lógico aspecto físico, lo aburrido y cansino de esa imagen es el intento siempre insistente de los políticos por capitalizar lo que no deja de ser una labor propia de su trabajo, inherente al lugar que ocupan en esta sociedad por delegación expresa. Un político que en el momento del éxito ajeno es capaz de apartarse, hacerse a un lado y no asomar su nariz en lo que sólo debería de ser una cuestión de otros es una especie en extinción. García Malo no es de esa especie, es obvio. Bueno, una por una hoy a las ocho habrá que ir al Anaitasuna a animar a los de Guripa, en su segunda gran temporada consecutiva. Ojalá ganen. Aunque haya que soportar daños colaterales.