Desvergüenza

La economía es muy sencilla. Le ponen un montón de palabras raras para complicarla y para que cuando el niño se saca el título pueda hacer eso que se llama hablar con propiedad y, como consecuencia, dar la impresión de que sabe algo que los demás desconocen. Algo sí, pero no mucho. Si tu madre te da 10 euros y te obliga a que sólo 1 de ellos te los gastes en gominolas, tu porcentaje del PIB destinado a gominolas es del 10% por ciento. Si la madre de tu amigo Manuel le da 10 euros y le obliga a gastarse 2 en gominolas, Manuel se gasta un 20% de su PIB en chucherías. El porcentaje del PIB que Papa Estado nos obliga vía presupuestos a gastarnos en sanidad es notablemente inferior al de la gran mayoría de nuestros vecinos europeos y, por supuesto, al de la media europea. Dedicamos menos que los demás a sanidad. Cuando esto sucede, las costuras de la sanidad revientan, porque cada vez somos más, cada vez vamos al médico por más bobadas y, como sucede en todo grupo humano, hay personas que abusan. La solución más lógica sería concienciar, reorganizar y quitar de otras partidas presupuestarias, incrementando el gasto para seguir disponiendo de una atención universal y gratuita –gratuita no es-, pero las brillantes mentes que dirigen la sanidad –y las mucho más brillantes mentes que se benefician de que el sistema deje de ser público para pasar a ser híbrido- ya han dejado caer que están estudiando introducir el copago: pagar por cada acto médico recibido o un porcentaje. Esto es: rascarnos el bolsillo dos veces. Sería bueno que también se cobrase más al que más usa la red de carreteras, al que más exposiciones públicas ve, al militar que más use el F18 o al político que más ruedas de prensa convoca, porque se gasta mucho en luz. Estamos en manos de gente muy peligrosa.