08 diciembre 2010

Chapucero

El ministro éste que vino no hace mucho a pasarle la mano por la chepa al Señor Cangrejo y que desde que es el responsable de Fomento aún tiene más cara de mala hostia que cuando aún no era ministro aspira a quedar ante la opinión pública como el salvador de los ciudadanos ante la banda de indeseables de los controladores. No creo que la cosa sea tan sencilla como que el 100% de controladores sean unos gilipollas de mayor calibre que el reparto habitual de ésas series de ricos y ricas que emite La Sexta. Si así fuera, si efectivamente vivieran el 100% en Marte, la obligación de todo Gobierno no sería otra que establecer las políticas laborales necesarias para que la secta en cuestión no tuviese la capacidad de paralizar medio país. A lo que se vio, a día de hoy la única capacidad de Pepiño es mandarles a los militares cuando a los de la secta se las va la olla. Esto es: el Gobierno no ha hecho su trabajo, que no es otro que, en primer lugar, organizar el tráfico aéreo para que no dependa de pocas personas y, en paralelo, negociar para no llegar a este punto, mucho más perjudicial para el conjunto del país que para los controladores. Salir ahora con cara de Clint Eastwood al ciudadano que perdió el avión no le sirve de nada, del mismo modo que quemarlos vivos en la Puerta del Sol el 31 de diciembre no ofrecería beneficio alguno. Pero como andamos por un mundo que ya se conforma con muy poca cosa en lo relativo a que cada uno haga bien su trabajo, el hecho de que reaccionaran rápido ha sido visto por algunos como un síntoma de grandeza inaudito, algo lógico con este PSOE que se pegó meses hablando de recesión y mirando para otra parte mientras nos hundíamos en el barro. La chapuza, sin embargo, es descomunal y Blanco ahí sigue, con cara de justiciero.