Cuidarnos más
Me culpo a mi mismo de haber
mezclado ayer el suicidio de una persona con la vergüenza y asco que supone que
rescatemos a los bancos –aunque su deuda pueda ser una parte de su terrible
decisión, pero no ante un banco-, también de haber leído páginas y páginas
tanto en este como en el otro periódico sobre el hecho, de enterarme de con
quién vivía, qué pasó con su hijo, cómo era –supuestamente- su carácter. Me
revuelve el estómago que porque esto pasara ayer y no hace cinco años –ojalá
nunca, claro- tenga –porque yo quise, porque lo quise leer- que saber el nombre
y los apellidos de la persona que le alquilaba la casa, lo qué le cobraba –un
pacto libre entre ambos y al parecer nada abusivo-, lo qué le debía y que esa
persona tal vez ya para siempre sea en su pueblo y fuera el casero de aquel que
tiró por la calle de en medio. Creo sinceramente que no tengo ningún derecho a
saber todas esas cosas y que –aunque lo entienda- no tenemos ninguno ningún
derecho a saber nada de un hecho privado que por haber caído el día que ha
caído, y en la época en la que ha caído, ha pasado a ser un hecho público. Por
lo tanto, porque lo leí, porque no apagué la televisión cuando daban la
noticia, no tengo derecho a decir que me pareció asqueroso ver a los compañeros
y compañeras que enviados por sus medios acampaban en la puerta de su casa.
Pero me lo pareció y tanta culpa tienen ellos como yo, como la tengo de ver las
caras de unos niños porque sus padres han decidido que sus caras salgan
mientras solicitan unos juguetes navideños para ellos y, ya de paso –y lo
entiendo, la desesperación es así- un trabajo para él. Esos niños crecerán y
aunque no tengan nada de lo que avergonzarse –ni sus padres-, creo que no
tenemos derecho, ni como periodistas ni como lectores. Por supuesto, yo
tampoco.
2 Comments:
La tele basura y la prensa basura no son nada nuevo y sí funcionan es porque hurgan en ciertos rincones oscuros de nuestras almas que es inevitable visitar de vez en cuando.
En dosis pequeñas no es grave, no te preocupes.
En los últimos años,el periodismo se ha convertido en un negocio en el cual, solo cabe lo sensacionalista.
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