Logorrea
Ayer me metí en la cama y estaba
Goñi hablando. ¡Cojones qué susto, Enrique, chico! Rápidamente regresé al
cuarto de estar, donde se encontraba mi rival viendo una película de Antena 3
de los sábados –nos las grabamos, nos encanta eso de adivinar todo al primer
minuto y pasar los 120 siguientes con esa certeza. ¡Con las pocas que hay en la
vida alguna hace falta!- y le avisé: Enrique está en el medio, perorando
aún. Me dijo: cállale la puta boca. Tiene muy de vez en cuando
prontos así. Volví a mi cuarto –Goñi se nos había bebido ya 16 litros de agua y
no paraba de cascar, como el ermitaño que está en un agujero en La Vida de
Brian y le pisan un pie- y le expuse la situación con suma delicadeza. Hizo
un alto y me comentó que él no tenía la culpa y que ese torrente de palabras,
datos y ausencia total de autocrítica –unida al hecho de que negaba la
desaparición de CAN al mismo tiempo que negaba que estuviese en nuestra cama-
era exclusivamente responsabilidad de la tormenta financiera. No supe qué decir
y regresé al cuarto. ¡Grápale la boca!, fue su única frase. Al entrar en
la habitación -grapadora en mano-, se estaba probando un disfraz de Fidel
Castro que me hice para Nochevieja, rajando por los putos codos, eso sí. Enrique,
majo, lo siento pero en esta casa se duerme, que mañana hay que currar. O te
callas o te la grapo. Siguió hablando y le tuve que decir lo suyo: tú
eliges, tú decides. Apenas sangró. De detrás de las cortinas salieron
parlamentarios, periodistas, ciudadanos. Aplaudieron. Se fueron yendo y se lo
llevaron a hombros, como merece todo líder visionario, y mi rival pudo venir a
la cama tras acabar la película. Le pregunté quiénes eran los malos. ¿Pero
tú eres tonto? ¡Coño, la izquierda abertzale! ¿Habrá dejao un juego de tuppers
por lo menos, no?
1 Comments:
Se nos rien a la cara.
Salud
Publicar un comentario
<< Home