
Uno comete excesos. Por ejemplo, llamar chivato a un currela de la zona azul, con lo tergiversada que está por aquí la palabra chivato y lo fácil que la gente coge el todo por la parte. Un hecho aislado no debería hacer grupo pero, como no suele ser así, mis disculpas por ello. Ahora voy a cometer otro exceso, que para retractarse siempre hay tiempo y pedir disculpas no es un problema, si la causa es justa. Voy a llamar borjas a los que van a correr el rally Dakar. Borjas, pocholos y lo que se les ocurra. Y no me vale que ahora ya esté el asunto del rally más democratizado y hasta un tipo de sueldo medio participe, no como antes, que sólo corrían los borjas de siete generaciones. O los nuevos ricos. Me da igual. Matan gente, aunque sin querer, a los niños que están tan tranquilos en su pueblo y a los que se les lleva una moto o un coche, a madres, a padres, a vacas. Se matan ellos también, pero ése es su problema, no de los mauritanos, guineanos o senegaleses. Vamos, a ver cómo nos sentaría andar un día subiendo Ortzantzurieta y que te aparezcan 15 yankees pijos con las amotos y se te lleven por delante al churumbel. Mal, claro. No les dejaríamos. Pero como los de abajo no se quejan y les regalas un boli y se callan, pues pa allá, a hacer el minga. Si quieren aventuras, que se vayan al Polo Sur, como Ernest Shackleton, y se peguen 16 meses atrapados en el hielo comiendo perros. O se suban el Everest en solitario y sin oxígeno, como Reinhold Messner, o el Makalu solo en invierno, como está haciendo Jean Cristophe Lafaille ahora mismo. Éso son aventuras. Lo demás, hacer el borja, aunque se maten. Esta vez no habrá disculpas. Feliz año a todos. A los pijos también. Al Cesar lo que es del Cesar y adiós, hasta el año que viene.